Desde mi modesto punto de vista, la ideología es sinónimo de coherencia; sólo ella hace que las personas tengamos comportamientos lineales y no vallamos a saltos por la vida actuando de forma distinta ante situaciones similares, y viceversa.
Mi experiencia en el PSOE, y más aún en el PSRM, en el que la ideología debería estar en el frontispicio de su acción cotidiana, es que la ideología interesa muy poco; casi nada, queda resumida a unas breves discusiones en los congresos, que luego se quedan en nada, porque al final los programas electorales caen del cielo como si fuera el maná. La opinión de la militancia cuenta para bien poco, máxime desde que desaparecieron las secretarías de formación, y, con ellas, las casas del pueblo como tales, ¿qué hacen ahora?. Por eso, es frecuente que los militantes se autodefinan como de "izquierda", o de "centro izquierda", sin saber de verdad qué significan esos términos, simplemente porque no se los han enseñado. Más aún, si recordamos bien, el pasado noviembre fue la Conferencia Política -toda una fiesta de debate ideológico-; pues bien, si se hiciera la pregunta, ¿cuántos militantes del PSRM se leyeron la Ponencia Marco?, seguro que la respuesta colectiva daría mucho qué pensar, porque habría que concluir que en el PSOE hace tiempo que desapareció su ideología. Un mal entendido pragmatismo hace que se sientan socialistas quienes no lo son, o que se digan, y se comentan, auténticas barbaridades en nombre del PSOE. Falta ideología y con ella la coherencia saltó hecha añicos. Si no fuera así, ningún socialista sería capaz de hacer gestiones para, por ejemplo, resolver el problema del Real Murcia C.B.
Pero de lo que sí se habla, por un tubo, es de organización: de si primarias abiertas o cerradas, de si se aplican bien o no las normas internas, etc. Esto, con ser importante -las formas son muy relevantes en democracia-, lo que esconde es qué forma organizativa-electoral le viene bien a cada uno para conseguir sus objetivos de llegar al cargo que persigue, y, para ello, se utilizan los argumentos más peregrinos que demuestren que lo que a uno le interese sea lo más democrático. Esto, amigos/as, tiene un nombre: demagogia. El mismo argumento puede servir para un roto o un descosido.
Pero es que además, dentro del partido, en el que la militancia se hincha a llamarse compañero y compañera, el interés general se deja de un lado para pasar a hacerse trampas en el solitario, falsear censos, pero no para el triunfo del partido; mucho peor, sino el de la persona que está montada en el caballo. De esta forma, se lleva hasta las últimas consecuencias la necesidad de "ganar", pero nadie plantea el "ganar para qué", que es lo que en definitiva lo que le interesa a los ciudadanos.
He gastados muchas energías en que la corriente Izquierda Socialista, IS, fuera eso: una corriente ideológica sin adscripción inicial a ninguna persona, lo cual se haría en un estadio posterior. Otros/as, ya intentaron que, desde un principio, estuviera adscrita a una persona concreta, lo cual, antes o después, acabaría acabando con la mencionada corriente. Esa forma de pensar me creó no pocos problemas, e una injusta fama de persona "conflictiva". Creo que al final, el tiempo está colocando a cada uno/a en su sitio. Y por supuesto, a mi en el mío, nunca he sido ni será una excepción en nada.
Amigas/os, es incompatible defender ideas y personas. Yo siempre he optado y optaré por lo segundo: No me fío de nadie que se mueva en un partido buscando un cargo, y, por ello, me niego a seguirlo. Ya habréis observado en los últimos tiempos que los enemigos irreconciliables de ayer son los mejores socios colaboradores de hoy, ¿y mañana? Y así no se puede ir a ninguna parte.
Para finalizar, un hecho incuestionable: cuando en política nos dejamos llevar por los personalismos, al final la militancia se alinea en torno a las personas y no a las ideas, ¿qué ocurre al final?, y más en este PSRM experto en acuerdos "soto vocce" (mesas de camilla), que las cabezas al final llegan a cuerdos -en esta ocasión también-, y al final se quedan las bases, que se han utilizado como infantería de apoyo, tiradas como colillas.
Moraleja: hay que defender ideas y, después, a las personas que mejor las puedan representar. Pero de verdad; sin trampas.