ESTHER CLAVERO MIRA Y GABRIEL GARCÍA SÁNCHEZ
La mejor forma de conseguir una sociedad transparente y que ahonde en los principios democráticos pasa sin duda por un cambio cultural en todos los ámbitos; en las mentalidades y, por supuesto, en la pobre cultura política que, al día de hoy, existe en el seno de los partidos. Evidentemente, este cambio profundo es un postulado a cumplir en el medio plazo, por lo que de inmediato, debemos conseguir esa transparencia a través de la legislación existente y, sobre todo, de una ambiciosa Ley de Transparencia.
La corrupción política puede evitarse simplemente respetando la legislación vigente, pero como observamos cada día, las leyes se incumplen muchas veces con la connivencia de algunos políticos. Un ejemplo muy claro lo tenemos en la famosa amnistía fiscal y los grandes defraudadores; una ley nada inocente que, como se está viendo en el ya famoso 'caso Bárcenas', da cobertura a numerosos corruptos. No podemos entender esta medida de otra forma que no sea una burla a la ciudadanía, pues supone un oscurantismo político de los mayores que hemos vivido en la democracia. No se hace solamente 'la vista gorda' a una élite muy vinculada a la política y a la economía de nuestro país, sino que se les da una especie de pasaporte a 'precio de saldo' para que esos 'pobres defraudadores' pasen al lado de la legalidad y se igualen a quienes han cumplido y cumplen religiosamente con sus obligaciones fiscales. Y lo peor de todo, hablando de transparencia, en muchas ocasiones, debemos leer la prensa extranjera para enterarnos de qué tipo de corruptelas existen en nuestro país y quienes son sus autores.
Es cada vez más evidente que estamos viviendo una crisis profunda de los sistemas democrático, político y económico por las enormes insuficiencias de las instituciones democráticas. Son aproximadamente 90.000 millones de euros al año los que pierden las arcas del Estado español con el fraude fiscal, dinero que habría evitado una gran cantidad de recortes a las políticas sociales. La ejemplaridad es el camino hacia la conciliación entre política y sociedad. O somos ejemplares y se lo exigimos a las altas esferas de los partidos o conseguiremos que la indignación ciudadana crezca cada día más, dando lugar a que se desacredite toda la clase política por igual -discurso que le interesa instalar a los contrarios a la democracia-, desgastando así a las instituciones representativas y permitiendo que se extienda hasta debilitar el sistema democrático, como ha ocurrido en otras épocas.
Nunca tuvo la clase política tan mala fama. Pensar que una parte es igual al todo es generalizar erróneamente una pequeña visión del total. También es cierto que pocas veces los ciudadanos fuimos tan conscientes del extendido brazo de las corruptelas e inmoralidades con las que nos desayunamos día tras día. Y entonces ¿qué hacemos? ¿abandonamos? ¿lo dejamos? ¿nos vamos? El abandono de quien cree que la participación en política es una noble labor de servicio a los demás supone el aprovechamiento de aquellos que piensan lo contrario y permanecen en ella.
La paciencia ciudadana, en estos momentos en que muchos están sufriendo demasiado, tiene un límite ya muy cercano, y no puede soportar los repartos de 'sobres para todos' entre la clase política, ni escuchar, quedándose tan panchos, cómo el presidente de nuestro Gobierno provoca la hilaridad de la gente cuando afirma de manera solemne en el 'caso Bárcenas' que para resolver el problema de corrupción de su partido van a hacer "una investigación interna y luego una auditoria externa", como si los ciudadanos no supieran que el 'dinero negro' de los sobres, o el que está en Suiza, no consta en la contabilidad del PP. Al día de hoy, la posición de la cúpula del PP es sumamente delicada y su desprestigio, si no se corrige ya, puede arrastrar al país a una situación muy delicada.
Hay que cambiar estas conductas ya, porque los seis millones de parados, y más, están en un estado de indignación-excitación tan grande, que de ahí a la delincuencia organizada o a la rebelión no hay mucho trecho. Que tomen tierra los partidos porque el problema es muy, pero que muy serio. Al tiempo.
¡Ah! se nos olvidaba, sin duda alguna "Hacienda no somos todos".
La conciencia sólo puede existir
de una manera, y es teniendo conciencia de que existe.
Jean-Paul Sartre
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/02/04/corrupcion-cesa/452622.html
Cuando se pretende hablar de la corrupción en este país te encuentras
con la casuística de que el número de sucesos ya nos desborda, incluso
las hemerotecas más potentes deben tener problemas para que no se les
escape ningún caso. ¡Un desastre!
La mejor forma de conseguir una sociedad transparente y que ahonde en los principios democráticos pasa sin duda por un cambio cultural en todos los ámbitos; en las mentalidades y, por supuesto, en la pobre cultura política que, al día de hoy, existe en el seno de los partidos. Evidentemente, este cambio profundo es un postulado a cumplir en el medio plazo, por lo que de inmediato, debemos conseguir esa transparencia a través de la legislación existente y, sobre todo, de una ambiciosa Ley de Transparencia.
La corrupción política puede evitarse simplemente respetando la legislación vigente, pero como observamos cada día, las leyes se incumplen muchas veces con la connivencia de algunos políticos. Un ejemplo muy claro lo tenemos en la famosa amnistía fiscal y los grandes defraudadores; una ley nada inocente que, como se está viendo en el ya famoso 'caso Bárcenas', da cobertura a numerosos corruptos. No podemos entender esta medida de otra forma que no sea una burla a la ciudadanía, pues supone un oscurantismo político de los mayores que hemos vivido en la democracia. No se hace solamente 'la vista gorda' a una élite muy vinculada a la política y a la economía de nuestro país, sino que se les da una especie de pasaporte a 'precio de saldo' para que esos 'pobres defraudadores' pasen al lado de la legalidad y se igualen a quienes han cumplido y cumplen religiosamente con sus obligaciones fiscales. Y lo peor de todo, hablando de transparencia, en muchas ocasiones, debemos leer la prensa extranjera para enterarnos de qué tipo de corruptelas existen en nuestro país y quienes son sus autores.
Es cada vez más evidente que estamos viviendo una crisis profunda de los sistemas democrático, político y económico por las enormes insuficiencias de las instituciones democráticas. Son aproximadamente 90.000 millones de euros al año los que pierden las arcas del Estado español con el fraude fiscal, dinero que habría evitado una gran cantidad de recortes a las políticas sociales. La ejemplaridad es el camino hacia la conciliación entre política y sociedad. O somos ejemplares y se lo exigimos a las altas esferas de los partidos o conseguiremos que la indignación ciudadana crezca cada día más, dando lugar a que se desacredite toda la clase política por igual -discurso que le interesa instalar a los contrarios a la democracia-, desgastando así a las instituciones representativas y permitiendo que se extienda hasta debilitar el sistema democrático, como ha ocurrido en otras épocas.
Nunca tuvo la clase política tan mala fama. Pensar que una parte es igual al todo es generalizar erróneamente una pequeña visión del total. También es cierto que pocas veces los ciudadanos fuimos tan conscientes del extendido brazo de las corruptelas e inmoralidades con las que nos desayunamos día tras día. Y entonces ¿qué hacemos? ¿abandonamos? ¿lo dejamos? ¿nos vamos? El abandono de quien cree que la participación en política es una noble labor de servicio a los demás supone el aprovechamiento de aquellos que piensan lo contrario y permanecen en ella.
La paciencia ciudadana, en estos momentos en que muchos están sufriendo demasiado, tiene un límite ya muy cercano, y no puede soportar los repartos de 'sobres para todos' entre la clase política, ni escuchar, quedándose tan panchos, cómo el presidente de nuestro Gobierno provoca la hilaridad de la gente cuando afirma de manera solemne en el 'caso Bárcenas' que para resolver el problema de corrupción de su partido van a hacer "una investigación interna y luego una auditoria externa", como si los ciudadanos no supieran que el 'dinero negro' de los sobres, o el que está en Suiza, no consta en la contabilidad del PP. Al día de hoy, la posición de la cúpula del PP es sumamente delicada y su desprestigio, si no se corrige ya, puede arrastrar al país a una situación muy delicada.
Hay que cambiar estas conductas ya, porque los seis millones de parados, y más, están en un estado de indignación-excitación tan grande, que de ahí a la delincuencia organizada o a la rebelión no hay mucho trecho. Que tomen tierra los partidos porque el problema es muy, pero que muy serio. Al tiempo.
¡Ah! se nos olvidaba, sin duda alguna "Hacienda no somos todos".
La conciencia sólo puede existir
de una manera, y es teniendo conciencia de que existe.
Jean-Paul Sartre
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/02/04/corrupcion-cesa/452622.html
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